jueves, 24 de febrero de 2011

Reencarnación.













He vivido en esta ya muchas vidas.
No hace falta morirse para reencarnar.

lunes, 21 de febrero de 2011

Bicefa.




     Cuentan que tenía dos cabezas, una pena satírica y una cándida alegría. Y que habitaba un universo desquiciado, cotidiano, fantástico y real.

-Entonces,... ¿estaba loco?

     No. Sólo demente. Digamos que era único, es decir… de lo que no hay. Y que habitaba un universo fantástico y cotidiano, desquiciado y real.

-Pero, a ver… entonces… ¿era un demente?

     No, sólo divergente, siempre divergente. Amaba la música y el silencio, la compañía y la soledad, era especialista en nada y una extravagancia, una genialidad. Era también un creador de recuerdos. Y habitaba un universo cotidiano y real, fantástico y desquiciado.

     Pero lo más fascinante no era nada de todo esto.

-¿Ah, no? ¿y qué era lo más fascinante entonces?

     Su lapicero.

-Joder…




-Me suenan los tonos, pero… ¿cuándo han cambiado la decoración?
-Siempre tan cándida, Alegría. ¿Aún no te has dado cuenta?
-¿De lo qué?
-Nada, sigue disfrutando…


Si no has entendido nada es que aún no te has pasado por aquí.
(Usted sabrá perdonarme el atrevimiento, mi querido maestro).


viernes, 18 de febrero de 2011

Mis caras de otro.


















     La primera vez me llevé un susto de muerte y anduve fuera del mundo hasta entender el problema: Cada vez que estornudaba… me cambiaba el rostro. 
 

     Probé entonces con la acupuntura, el vudú, la meditación trascendental y el exorcismo, pero todo fue en vano, y pronto empecé a verle las ventajas a mi extraña enfermedad. Con el tiempo olvidé cual de todas esas caras había sido la mía, terminé por aceptarlas a todas como la propia y llegué a la conclusión de que mi catálogo venía a ser de unos treinta semblantes diferentes, sin orden, motivo ni secuencia. No había forma de saber qué cara sería la siguiente. Después de un estornudo, un repentino mareo y un vértigo leve, corría a buscar un espejo para saber quién sería las próximas semanas.

     Así, supe lo que es ser feo, atractivo, difícil, inane o irresistible. Tuve cara de menso, de líder, de hombre feliz y de burocracia, y a cada rostro le supe encontrar una vida, una amante, su concurrencia o su soledad. A cada cara le encontré su rutina.

     Aprendí los rudimentos de la falsificación y logré llevar una vida sencilla y ordenada, y si alguna vez sentía hastío o la necesidad de huir, simplemente olía amapolas.

     Sólo una vez me enredé en mis rutinas y visité con cara de golfo a la puta que solía frecuentar llevando la cara de tonto.

-Ponete la cara que querás, flaco, pero ese cuerpo y esa forma de besar no me los equivoco yo –me dijo ella con un gesto espantadizo y una pregunta en la voz.

     Yo, desarmado, le confesé mi condición cambiante y le hice allí mismo una demostración. A ella le encantó aquella locura, que vio más como un estrafalario don que como un problema de salud, y me invitó a quedarme.

     Desde entonces vivimos juntos como cualquier pareja normal, casi como la gente con cara. Tal vez, incluso, con alguna ventaja. Cuando se cansa de verme… me regala una amapola.

miércoles, 16 de febrero de 2011

El pacto.














He hecho un trato con la muerte:

Ella me deja vivir hasta que llegue mi hora. Yo a cambio, entonces y sólo entonces, me muero sin aspavientos.

Ya estoy tranquilo. No voy a morirme en vida. 

viernes, 11 de febrero de 2011

Reciprocidad.
















Le disparó a su televisor. Alegó defensa propia.

sábado, 5 de febrero de 2011

Mentiras.














Hoy no escribí nada.