jueves, 30 de junio de 2011

Piratas.

















     Hacía años que no le ocurría. Había olvidado ya cómo era eso de soñar sin anuncios. Aquella noche, sin embargo, tuvo un sueño como los de antes, sin interrupciones para la publicidad. Al amanecer despertó descansado, un tanto perplejo,… algo así como feliz.

     Mientras preparaba el té para el desayuno llamaron a su puerta. Entonces empezó todo.

     Dos agentes del Ministerio de Cultura, Control y Seguimiento (M.C.C.S.), luciendo el bigotito oficial y vestidos de negro enterizo, le hicieron entrega de la denuncia correspondiente.
      —Ha violado usted la Ley de Protección de Derechos de Autor en su artículo tercero barra cincuenta y cuatro bis, así como la Ley de Consumo Supervisado en su sección tercera, artículo setenta y dos barra uno, uno, siete, cuatro, tres, seis, barra cuarenta y siete b. En estos momentos le está siendo retirada de su cuenta corriente personal la cantidad correspondiente a la sanción asociada a dichas faltas. Así mismo deberá usted presentarse mañana a las 11:33 horas en las instalaciones del M.C.C.S. para cumplir con el proceso de reeducación personalizada aconsejado en estos casos. Si tiene alguna declaración que hacer o no está de acuerdo con la anterior información, deberá acompañarnos inmediatamente a las instalaciones del M.C.C.S. para formular la correspondiente reclamación, previo pago de las costas que dichas gestiones generarán al citado Ministerio. ¿Ha entendido bien todo lo que se le ha dicho? —y sin darle tiempo a contestar, concluyeron: –Muchas gracias por su atención, que tenga un buen día. Velamos por su bienestar —y desaparecieron dando un portazo.
 
     Se quedó allí un buen rato con la denuncia en la mano como una estatua de sal, mirando la puerta cerrada sin dar crédito a lo que acababa de ocurrirle. Luego, como rompiendo el hechizo, dijo por fin “¡Malditos hijos de puta!” a lo que la voz metálica del ordenador central de la casa contestó “Modere su lenguaje, Sr Sánchez, que tenga un buen día. Velamos por su bienestar”.

     Por la noche, cambiando de postura entre las sábanas revueltas, no era capaz de conciliar el sueño. Temía volver a cometer alguna incorrección si se dormía. Cuando el cansancio le venció al fin, soñó que se conectaba a internet y se descargaba ilegalmente una tripulación entera de corsarios sin permiso de residencia o licencia de saqueador alguna, es decir, exactamente ciento treinta y cinco piratas piratas de parche en el ojo, loro en el hombro y pata de palo, sin registro o copyright en curso.

     Armados hasta los dientes, con un estruendo de naufragio, asaltaron el Ministerio de Cultura, Control y Seguimiento saqueando a su paso despachos y despechos, copiando canciones, quemando cd´s, pirateando películas y reproduciendo, total o parcialmente, libros, cuentos y novelas sin permiso del editor. Liberaron a treinta creadores de las jaulas de sus contratos, se bebieron de un trago los derechos reservados, practicaron su puntería con la propiedad intelectual y arrojaron por la borda, atados de lengua y pluma, a siete funcionarios de bigotito oficial, zapatos de cadáver y traje de enterrador, dejándolos a merced de los tiburones, que esperaban cuatro plantas más abajo en un bufete de abogados sito en el mismo edificio.

     Acabada la rapiña los vio alejarse bajo la lluvia, cantando en francachela, compartiendo la satisfacción del deber cumplido, celebrando alegres las delicias de un trabajo bien hecho.

     Entonces despertó sobresaltado. Se frotó los ojos aún medio dormido y miró el reloj. Aún no amanecía. Un escalofrío recorrió su espalda. En el silencio de la madrugada, alguien vociferaba su nombre mientras golpeaba la puerta con el puño.
 

martes, 21 de junio de 2011

Cuentos de Amador.

2. Lunaluz.



     No había cumplido aún los seis años cuando empezó a percibir que no era como las demás niñas. Su casa, su familia…, su país, se le iban a quedar pronto muy pequeños.

     Sus padres no entendieron nunca su hambre de mundo, la inocencia de sus proyectos imposibles ni sus ganas de vivir. Así, más de una vez le desbarataron los negocios infantiles de limpiar las casas y los coches de los vecinos adinerados o vender en la plaza las papayas y los mangos del jardín. La traían de las orejas e intentaban devolver el dinero, avergonzados. La gota que colmó el vaso de la paciencia paterna fue aquella vez que, aprovechando la ausencia de adultos, vendió todos los muebles de la casa y compró otros más baratos, funcionales y modernos. Entonces le cayeron a los gritos, le prohibieron salir durante un mes y cancelaron para siempre sus clases de ballet. Aquello le rompió el corazón. Encerrada en su habitación, mordiéndose en los labios la frustración y la pena, tuvo una certeza. Pronto se iría muy lejos, sola, donde nadie jamás le prohibiera ser ella misma, ser feliz.

     Su madre, desbordada por el amor que sentía por aquella chamaca indomable, se sabía incapaz de hacerle cumplir el castigo y cometió el imperdonable error de confiarle sus horas de encierro a la tía Gesina, que viejita y medio ciega, le llenó a la niña la cabeza y los anhelos de fantasmas amigos, hadas consejeras y diosas de todas las cosas. Hacía décadas que la anciana vivía en un mundo habitado por espectros y no distinguía ya entre familiares o espíritus. En poco tiempo enseñó a la niña a comunicarse con los seres sutiles, a leer las mentes y a mover los objetos con la mirada, a la vez que a bordar o a cocinar. “Tienes el don, pequeña, vaya si lo tienes” –solía decirle entre el orgullo y la desazón. Cuando sus padres quisieron poner remedio, era ya tarde. Su vínculo con la anciana superaba distancias, atravesaba muros y no entendía de tiempos. Así, se les iban las horas en pláticas telepateadas sobre recetas, amores o conjuros, mientras los progenitores respiraban tranquilos sabiendo a la joven encerrada en su habitación. Era muy tarde. Ella habitaba ya en ambos mundos con la misma certidumbre, sin conflicto o confusión.

     Años después, al morir tía Gesina, se sintió huérfana, abandonada en aquel mundo de seres reales en el que sus magias se consideraban una incorrección, más sola que nunca en una casa que percibía ajena. Una mañana, al despertar, vio al espectro de Gesina a los pies de su cama haciendo así con la mano, como diciéndole adiós, con una sonrisa de virgen triste. Ese mismo día, se despidió de su familia sin nostalgias ni alborotos y se marchó rumbo al mar.

-Perdóname, hija, nadie me preparó para educar a un ángel –le dijo su madre con lágrimas en los ojos el día que se fue para siempre.

sábado, 11 de junio de 2011

Utopía... VI













     El Movimiento se mueve. Nos vamos con la música a otra parte. A todas las partes. Después de una larga y profunda reflexión, de horas de encendidos debates, hemos decidido levantar la Acampada de Sol. Pero nada se acaba, esto es sólo el principio. Seguimos. 

     La Acampada ha sido una herramienta fundamental que ha dado unos resultados que superan con creces cualquier expectativa inicial. Nunca fue un fin en sí misma. Hemos despertado, nos hemos conocido, organizado y hermanado. Hemos, de alguna manera, renacido. Ahora el Movimiento se traslada a los barrios, a los pueblos, a los cientos de asambleas que ya están constituidas. Sol seguirá siendo nuestro símbolo y seguiremos tomando la plaza dos veces por semana en Asamblea General. Seguiremos trabajando cada día, todos los días, de forma más cotidiana,... como debe ser.

    El Movimiento no debe depender del trabajo de unos cientos que lo dan todo en una plaza. El trabajo ha de ser responsabilidad de todas, cotidianamente. Queríamos la participación ciudadana y se han establecido las bases y los medios para que esto suceda. Se ha generado, se sigue generando, el tejido social  necesario para que la gente participe de sus destinos. Será responsabilidad de todas, de todos, que esto continúe. Como debe ser.

     Mañana, domingo 12 de Junio, levantamos el campamento. Será una jornada festiva y reivindicativa, en la que celebraremos lo conseguido hasta ahora y seguiremos sentando las bases de una acción constante, real, inclusiva, popular... de todas (las personas). Es vuestra fiesta. Estáis todas invitadas.

    


     Soy sólo un instante. Una cara entre miles. Un corazón contento entre una multitud de hermanas y hermanos. No hay héroes, ni líderes. Esa es nuestra fuerza, nuestro sello. Somos gente, nada más. Y llevamos la razón. Lo saben, por eso nos detestan. Seguimos, cada día, todos los días.




     La opinión pública no existe. Es sólo un invento de los medios. No me interesa. Me interesa la opinión de la gente, esa sí.

     Podría dedicar cien entradas a desmentir o comentar todas las mentiras, todos los ataques, que hemos sufrido desde los medios de comunicación. Pero hace ya años que renuncié a ellos. La manipulación viene, cada vez, más manipulada. Tal vez el primer paso en este cambio sea volver a tomar posesión de nuestra opinión, de nuestra capacidad de crítica. Le llaman información... y no lo es. Nos quieren distraer del presente con una actualidad manipulada. Apaga la tele, hoy.

     Mienten cuando hablan, por ejemplo, de los comerciantes, con quienes hemos mantenido siempre comunicación directa. Mienten cuando hablan. Pero mienten, sobre todo, cuando callan. ¿Alguien ha oído hablar de la revolución que está sucediendo en Grecia? ¿Del masivo movimiento del pueblo griego? Los medios callan al unísono. Igual que silenciaron lo de Islandia. No quieren que los pueblos retroalimenten sus movimientos. Callan al unísono, toman partido. Mienten, también, con su silencio.



     Atrás quedan mil instantes. Miles de caras, de gentes con las que lo he compartido todo. Todo. Atrás quedan mil anécdotas. Ahora viene el resto. Todo lo demás.

     A partir de hoy este foro, Haikum*..., volverá a ser lo que era. Me pongo mi sombrero y mi nariz de payaso y me siento a esperar. A esperar a las musas. A que, como solían hacer, vengan a soplarme sus historias al oído. Perdonadme, pequeñas, que estuve tan atareado. Fue sólo que me pilló de por medio una revolución... y no supe desaparecerme. Pero ya vuelvo... creo. Esto me ha cambiado tanto...




     Era ya noche cerrada. La lluvia arreciaba y los toldos empezaban a hincharse como panzas de vaca bajo el peso del agua almacenada. Intentando evitar que la tormenta echara abajo el campamento, nos pusimos en marcha. Armados de escobas y cubos, un pequeño ejército de pajaritos mojados achicaban agua mientras otros procurábamos tensar cuerdas y rehacer nudos, trepándonos a las escurridizas farolas.

      A pesar de mis esfuerzos, poco a poco iba perdiendo altura en un vaivén vertical e interminable de trepar y resbalar en mi farolita, subir un tantito y bajar dos. Sintiendo los músculos entumecidos, exhausto, me abracé con todo a la farola intentando recobrar fuerzas, juntar ánimos, para un último intento.
   
     Entonces algo me agarró por las piernas y me alzó sin esfuerzo. Sentí un vértigo leve y una repentina sensación de ingravidez, aseguré mi postura y miré hacia abajo aún sorprendido. Pude vislumbrar, entre la lluvia y las sombras, las enormes manos que me sostenían, unos brazos tatuados que escapaban de las mangas remangadas de una empapada camisa blanca y, un poco más allá, un sombrero negro sobre una maleta posada en el suelo. No pude evitar una sonrisa, cierta euforia y algo tibio calentándome el pecho, acá, justo al lado del corazón.

-Puedes bajarme –Grité hacia mis pies cuando acabé la faena, las cuerdas de nuevo tensas y los nudos asegurados. Igual que me había alzado unos instantes antes, aquel tipo me posó en el suelo suavemente, sin esfuerzo.

-Gracias, compañero, muchas gracias. Has resultado verdaderamente providencial. Soy Karlos* –Le dije tendiendo la mano, después de intentar secarla en mis vaqueros mojados. Él la estrechó firmemente enseguida.

- Oí que andáis montando la revolución –Contestó entonces con la voz tranquila, los ojos entornados por la lluvia y una sonrisa franca sin afeitar –Mi nombre es Amador, ¿en qué puedo ayudar?

lunes, 6 de junio de 2011

Utopía... V
























      Apenas recuerdo mi vida anterior. Mi calma, mi sosiego, mis cuentos, mi no hacer. No importa. Seguimos.

     Veinte días después somos ya cerca de noventa ciudades en toda España, más de doscientas en todo el mundo. Un mundo que no ha cambiado. Un mundo que sigue preñado de otro mejor, de nuestra indignación, de nuestra esperanza.

    


     El sábado 28 de mayo se convocaron asambleas en los barrios y pueblos de Madrid, en cada uno. Cerca de treinta mil personas, en cientos de asambleas, se juntaron para hablar, para debatir, para pensar, conocerse. El Domingo, portavoces de todos los barrios acudieron a Sol a presentar sus experiencias y conclusiones en Asamblea General. Ilusión y compromiso. Desde Bruselas, un mensaje: quieren ser un  barrio más de Madrid. Una energía nueva recorre la plaza como un viento fresco que se lleva los cansancios e insufla fuerzas renovadas. También emoción. Incontenible. Tánto trabajo sirve, tánto desvelo, tánta intemperie. Esto se mueve. Crecemos. Yo, mientras hablan los barrios, los pueblos, me convierto en un sauce. Lloro. Alguien me abraza.

     "Te has pasado siete pueblos... llorando" -bromea más tarde un compañero. Nunca mejor dicho. Entonces río.




     Me tomo cuatro días de vacaciones en el trabajo. Necesito desaparecerme, descansar. No oir ni hablar durante unos días. Perderme en mis montañas, sentarme en mi río. Llenarme de silencio, de bosque. Gredos. Me tomo cuatro días para irme a Gredos.

     Fracaso. Me paso los cuatro días de vacaciones metido en Sol. Full time. Pueden más las ganas de no perderme este momento, este proceso, que el cansancio. Sol me devora y me alimenta. Me acaba y me renueva. ¿Soy el mismo?... sí, pero no. Estoy creciendo.




     Se van sucediendo duras jornadas de debate. Debates profundos en los que se pone de manifiesto lo que ya sabíamos. Nos une el hartazgo ante un mundo, un sistema, que no queremos. Las soluciones, las alternativas posibles, son sin embargo diversas, múltiples, en los fines y en los medios, en las formas y en el fondo. Somos prójimas... pero también muy diferentes. Hay quien ve la necesidad de actuar ya, en puntos concretos. Trabajar sobre un manifiesto de mínimos que nos una en la movilización usando los canales que el sistema nos brinda. Hay quien piensa todo lo contrario. Que no puede haber prisas, que el primer triunfo es estar, que hay que construir el tejido social que haga posible el verdadero cambio. Hay quien se conforma con algunas reformas en el sistema y también quien no quiere oir hablar de eso. Hay quien opina que Sol ya ha cumplido y que hay que empezar a pensar en el desmantelamiento de la acampada sin que ello suponga el fin de nada y hay también quien dice no nos vamos.

     Y yo digo que no hay problema, que la diversidad no es negativa, que es, simplemente, inevitable, real. Que probablemente sea presuntuoso hablar de "la voz del pueblo" porque el pueblo tiene muchas voces y que tal vez debamos aprender que a este movimiento no se le puede buscar una voz, un manifiesto, unos mínimos aceptados por todos, sino que deba ser una base, un tejido, desde el que se actúe de forma autónoma y coordinada desde las diferentes sensibilidades, formas y fondos.

     Y, claro, eso puede sonar a chino. Tenemos muy interiorizado el espíritu del sistema que queremos cambiar. Sus prisas, su pensamiento único, su individualidad. Tal vez, ahorita que nos hemos parado a pensar, a hablar, a escucharnos, debamos construir nuevas formas de aceptar la diferencia y saber gestionarla sin que la acción directa estorbe al largo plazo y abrazar la diversidad como algo enriquecedor, con espíritu inclusivo, en lugar de temerla. No es fácil, claro. Y estamos acostumbrados, educados, en lo fácil, en el pensamiento único excluyente.

     El debate no debe paralizar la acción, pero no podemos permitirnos que la acción nos distraiga del debate necesario. Si la revolución no nos cambia por dentro... no es tal revolución. Debe haber espacios y tiempos para la interiorización.

     La ilusión sigue intacta. Sabíamos que no iba a ser fácil. Seguimos, cada día, aprendiendo de nuestros aciertos y nuestros errores. Seguimos educándonos unas a otras. Cada día, todos los días.




     Las compañeras han empezado ha llamarme "Mr. Consenso" y me reclaman, a veces, para moderar discusiones imposibles. ¿Veis?... no puedo evitarlo. Siempre termino haciendo el payaso, por mucho que me quite la nariz.




     Las mismas televisiones que nos amaron, los mismos medios que nos cortejaban, nos cagotean ahorita. Casi nos matan de fama. Ahora nos difaman. Da igual. Nunca me importó lo que los medios dijeron. Ni en esto ni en nada. Mienten, manipulan. Siempre, de una forma u otra. Ya conocéis mi opinión al respecto. Apaga la tele. Baja a tu plaza. No es un eslogan. Yo vivo así.




    Mi querida panda de majaras: Extraño mi vida. La mía. Me falta tiempo para muchas cosas. Para contestar, por ejemplo, vuestras muestras de apoyo y cariño. Os pido disculpas. Estoy seguro de que comprendéis mis ausencias. Os leo y vuestras palabras, vuestros relatos también, son mi sosiego en los minutos que le robo a la revolución. Aunque no me veáis... estoy, os quiero... y os extraño. No sabéis cómo. Tal vez pronto vuelva a mis cuentos. Tal vez esta sea mi última crónica-utópica. No lo sé. Mañana no existe.

     La mochila negra se me ha pegado a la espalda. Forma ya parte de mí. Dentro, junto al kit de la revolución, llevo dos libros. Me dan aire, me consuelan. Me sosiegan, me acompañan. Gracias, Patricia. Gracias Ángeles. De corazón.

    Y gracias de corazón, mi admiracion y respeto, a todastodos las que estáis de una forma u otra, aquí y allá, participando en este movimiento. El nuestro, el de todas.




     Apenas recuerdo mi vida anterior. Mi calma, mi sosiego, mis cuentos, mi no hacer. Apenas la recuerdo,... y la extraño.

     Hasta pronto, se os quiere.