miércoles, 13 de julio de 2011

Cuentos de Amador.

3. Segundino.















     Segundino Meléndez llegó tarde a vivir su vida. Cuando quiso darse cuenta ya no hubo manera. Se acodó en la fuente de la plaza fumando de medio lado y se dispuso a pasar así las eternidades de un tiempo sin rumbo. Observaba atentamente los quehaceres cotidianos de sus paisanos y, al menor descuido, allanaba una vida ajena y la vivía durante unos días hasta que la rutina de una existencia mortal le aburría o alguien denunciaba la tropelía. Entonces, sin alborotos, desalojaba aquella vida dejando las facturas sin pagar y volvía sereno a su fuente.

     Vivió así muchas vidas sin vivir ninguna suya. Probó todos los oficios, tuvo todas las edades y sólo una vez fue mujer. Tan extraño se sintió en un cuerpo diferente que antes de poder saber dónde estaba cada cosa volvió corriendo a su plaza jurándose no repetir. En el pueblo nadie se espantó con aquel trasiego de almas, tan acostumbrados como estaban a las extravagancias y excentricidades de la vida corriente y común. Cuando alguien se comportaba raro o se iba de los sitios sin pagar, apuntaban las deudas en una libreta, si acaso comentaban “muy Segundino anda éste últimamente”, y volvían a sus cosas.

martes, 5 de julio de 2011

Preguntas...

 


















-Disculpe, ¿Puedo hacerle una pregunta?
-Obviamente sí. Ya lo está usted haciendo.
-¡Oh!…, sí, sí, claro, usted perdone. ¡Ejem!, Entonces… ¿cómo se gana usted la vida?
-¿Ganarme la vida?... no sé a qué se refiere. La vida me la gané cuando me nacieron sin preguntarme.
-Hmmm... Creo que no me ha entendido, déjeme preguntárselo de otra manera. ¿A qué se dedica?
-A vivir.
-Ah, ya, claro, pero… ¿Qué hace, es decir, en qué invierte su tiempo?
-No le entiendo. El tiempo no se invierte, caballero. Siempre es hacia adelante.
-¿Qué?... ah, bueno, sí… quiero decir, ¿Qué hace para,… en fin, qué hace?
-Dejo que la vida viva a través de mí. 
-….Oiga, no responde usted a mis preguntas.
-Tal vez no haga usted las preguntas adecuadas.
-¿Ah, no?
-En realidad, ni siquiera parece usted tener sus propias respuestas. Así no encontrará nunca las preguntas.
-¡Es usted un impertinente!
-…Gracias, caballero. Ahorita, si me permite, tengo que seguir atardeciendo con el día.